domingo, 15 de noviembre de 2015

Historia y enseñanza de la Historia desde el siglo XIX

Los contenidos históricos nunca son neutros. Reconforta que un dirigente político señale que "España es la nación más antigua de Europa" y que otros entiendan que la "Guerra de Sucesión constituyen una rebelión catalana frente a la imposición española" porque demuestra que el estudio del pasado es importante y es algo vivo. Pero no es algo neutro ni objetivo. Nuestra visión del pasado tiene raíces profundas, mucho, con un andamiaje propio del siglo XIX que en algún caso todavía hoy puede ser rastreado en manuales, libros de texto o series televisivas.
A principios del siglo XIX nuestro país, como otros muchos, estaba en plena fase de construcción del Estado-Nación. Para ello se tuvo que proyectar una visión del pasado en el que "España" fuese un sujeto único y unido frente al "extranjero", que en términos historiográficos se identificaba con los Autrias y Carlos V. De ahí que los comuneros fueses el último conato de defensa de la libertad frente al invasor y opresor extraño. Ahora eran ellos, los liberales, quienes se autoproclamaban herederos de aquellos "héroes" que se defendían frente al despotismo. Así, el Estado-Nación tenía sus precedentes, su alma histórica, y ahora se trataba simplemente de recuperarla.
Con el paso de los decenios, y principalmente desde época de la Restauración, esta visión convivió con otra de corte conservador (canovista), donde Carlos V y Felipe II era entendidos como la mejor expresión de lo español por haber llevado el imperio hasta tierras ignotas y por haber defendido el catolicismo, religión única y superior. Recordad que en aquellos momentos, hacer política era hacer historia. Y viceversa.
Así entendemos mejor las posiciones de la historiografía franquista, cuando los términos de imperio, religión, heroicidad, españolidad, etc. pasen a ser dominantes durante varios decenios. Se trataba, por supuesto, de reivindicar los grandes hechos de armas españoles, en común conexión con la defensa del catolicismo, como una suerte de relación directa entre los mismos y la propia figura de Franco. Piénsese que la legitimidad del Sr. Generalísimo era muy débil en tanto había roto con la República y con la Monarquía, de modo que necesitaba recordar y ensalzar lo español, lo católico, la nación, etc. como señas de una identidad patria de la que él era el mejor defensor.
El panorama comenzó a cambiar con la llegada de la democracia, con precedentes muy claros de algunos años antes (no olvidéis que incluso en el franquismo más rancio existieron historiadores excepcionales que rompían la visión que apuntaba con anterioridad). Annales comenzó su definitiva entrada en España, aunque obviamente de modo tardío y parcial. Braudel, Chaunu, Duby, etc. ya no eran referencias extrañas. También hubo importantes estudiosos que abrazaron el marximo histórico.
A partir de ahí comienza una magnífica etapa para la historiografía española, que desde los años 80 se integra en las líneas más actuales a nivel internacional. Obviamente los avances tardaron y siguen tardando en llegar a las aulas, donde en buena medida continuaron primando métodos memorísticos sobre, eso sí, contenidos nuevos.

Bibliografía recomendada:

1. ARÓSTEGUI, Julio, La investigación histórica: teoría y método, Barcelona, Crítica, 1995.

2. HERNÁNDEZ SANDOICA, Elena, Los caminos de la Historia. Cuestiones de historiografía y método, Madrid, Síntesis, 1995

2. MORADIELLOS, E., Las caras de Clío. Una introducción a la historia, Madrid, Siglo Veintiuno, 2001.


No seáis tímidos a la hora de comentar la entrada, sin que necesariamente tengáis que estar de acuerdo con ella. También subiré a Campus Virtual una conocida reflexión de R. Carr sobre teoría de la Historia.

2 comentarios:

  1. Genial síntesis del trabajo común de clase de la semana pasada David, gracias por la condensación de todas las ideas que tratamos. Sin duda es un tema muy interesante, cómo incluso en las nuevas generaciones y pese a la mediación del paso del tiempo, hay ciertas ideas de la historiografía del XIX que se ven arraigadas en las mentes. Me remito por ejemplo a la idea de la época de esplendor en artes y letras que supuso el siglo XVII, lo cual es incuestionable sin duda, pero opino que se ha creado una "leyenda rosa" sobre el arrojo del imperio y sus ejércitos. Nuevamente esta imagen de pueblo unido y valeroso que resiste es lo que se ha querido ver en obras como "La carga de los mamelucos" de Goya, cuando quizá la lectura fuera más en la línea de recoger los horrores de la guerra (como muestra la posterior serie de grabados que hace el pintor). Creo que el libro de Historias de España es una lectura fundamental para futuros profesores que han de evitar dogmatismos en sus clases, entendiendo la historia como una disciplina seria, en constante construcción y revisión y objetiva, en tanto a que está al margen de sentimentalismos y exaltaciones gloriosas.

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  2. Gracias por el comentario Ana. Efectivamente deconstruir el conocimiento histórico es una actividad apasionante que nos ayuda a saber qué y cómo se transmite la misma. Nos habla del pasado y de los presentes en los que se escribieron.
    Muy buena tu referencia bibliográfica. Añado otro libro del cual aprendí muchísimo: J. Fontana, Europa ante el espejo, donde se analiza y se cuestionan diferentes tópicos en los que el "viejo continente" fue cimentando su propia identidad.

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